Nota: El siguiente texto es una fragmento del artículo escrito originalmente en la edición noviembre-diciembre 2016 de la revista USGBC+. Para consultar el artículo original, revisar la fuente al final de esta publicación.
A poco más de 96 kilómetros de la frontera con los Estados Unidos, la ciudad de Monterrey, ha sido establecida como el centro financiero e industrial más importante del norte de México y una de las ciudades más acaudaladas del país y del mundo. Tal vez inspirados en el Cerro de la Silla, el cerro icónico símbolo de la ciudad, los habitantes tomaron posesión de las riendas económicas de la ciudad después de la Guerra de la Independencia Mexicana, enfocándose en las industrias, beneficiándose por el desarrollo ferroviario a finales de 1800, incluyendo acereras y cervecerías. Hospitales y universidades le siguieron, y hoy la ciudad se está reimaginando a sí misma, adaptando la construcción verde y la sustentabilidad.
Sin embargo, la evolución hacia una ciudad que sea segura, transitable y eficiente no ha estado exenta de tropiezos. Hubo un momento en el año del 2012 donde se decía que Monterrey corría peligro de caer en manos del crimen organizado, una declaración extrema sobre una ciudad que, al menos en 2005, había sido nombrada como la más segura de América Latina y un prolijo centro empresarial de México.En 2006, mientras el resto del país se involucraba en una guerra contra el narcotráfico, incluso Monterrey, una ciudad vasta en cultura, así como en riqueza e industria, no pudo evitar involucrarse en la incertidumbre y la violencia. Los regiomontanos, como son llamados los residentes de Monterrey, estaban presenciando encuentros armados en las calles, elevando al máximo la violencia en todo el país.
Todo esto requirió un plan regulatorio que promoviera ciudades compactas y más sustentables, que rehabilitara el medio ambiente y mejorara la calidad de vida de los residentes, que facilitara el transporte masivo y el tránsito no motorizado y que fomentara tanto el uso y consumo de productos ecológicos como de tecnologías eficientes de bajo uso de carbón, entre otros objetivos.
No obstante, para ese entonces, los edificios verdes no eran algo nuevo en Monterrey, los cuales desempeñaban un papel pequeño pero significativo en su renacimiento y resurrección desde el año 2005. Desde que los primeros consultores en México comenzaron a promover los beneficios de la construcción amigable con el medio ambiente a finales de la década de los 90s y principios de los años 2000, el concepto ha ido atrayendo a los trabajadores de la industria durante más de una década.
El primer edificio en obtener la Certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design, por sus siglas en inglés) en Monterrey fue construido por el proveedor industrial internacional Grainger, el cual, obtuvo el nivel Oro en sus oficinas centrales en febrero de 2010 para construcciones nuevas.
Desde esa primera certificación, casi dos docenas se han logrado, de acuerdo con los datos de la M. en C. Alejandra Cabrera, directora ejecutiva de Sustentabilidad para México (SUMe), con sede en la Ciudad de México, una organización comparable con el Consejo Estadounidense del la Edificación Sustentable (USGBC, por sus siglas en inglés).
El Consejo de Edificación Sustentable de México originalmente fue fundado en 2005 en Monterrey, donde mantuvo su sede allí por varios años, para después transformarse en SUMe en 2011. A principios de septiembre del 2016, había 23 proyectos certificados LEED en el estado de Nuevo León, cuatro nivel Platino, cuatro Oro, diez Plata y cinco nivel Certificado. Otros 73 proyectos se han registrado en Nuevo León.
“Hemos visto un crecimiento constante en el número de proyectos registrados y certificados”, dice Cabrera, señalando que Monterrey cuenta con los primeros proyectos LEED v4 Platinum del país, para Construcciones Nuevas y Operaciones y Mantenimiento para Edificios Existentes.
Una compañía internacional que ha perseguido extensivamente la Certificación LEED es Arca Continental, la segunda embotelladora más grande en América Latina con oficinas corporativas en Monterrey. Bajo el programa LEED Campus, un área de casi 3.5 acres (más de 14 mil metros cuadrados) ha sido registrada como sitio maestro y es una renovación de las oficinas anteriores del corporativo. Hasta la fecha, dos edificios han logrado la Certificación LEED Plata, y una tercera está registrada en búsqueda del nivel Oro (N. Del T.: Al momento de elaborar el artículo, el tercer edificio buscaba la Certificación LEED, misma que logró en octubre del 2016).
Una de las primeras universidades en adoptar el sistema LEED fue la Universidad de Monterrey (UDEM), una institución privada de enseñanza superior, que lanzó un proyecto icónico para su nuevo arte, arquitectura y diseño en torno al año 2008. La universidad contrató al renombrado arquitecto Tadao Ando, de Japón, para diseñar un proyecto que abarca más de 8 mil 700 pies cuadrados. La universidad también decidió apostar por la certificación LEED convirtiendo al proyecto en un gran fuente de orgullo para los regiomontanos. Tomó hasta junio de 2014 en obtener la Certificación LEED Plata para el Centro Roberto Garza Sada.